Psicopatía y maltrato animal,
por Manuel Bartra
26 de agosto

Por Manuel Bartra, director legal de ARBA
La criminología es la ciencia que se ocupa, entre otras cosas, de estudiar la personalidad de los delincuentes. El propósito es identificar perfiles y patrones que permitan anticipar tendencias o conductas criminales. Su enfoque es esencialmente preventivo. Apela al viejo refrán: “más vale prevenir que lamentar”.
Uno de los hallazgos de esta disciplina tras examinar la personalidad de los criminales más violentos e incluso de los psicopátas es el abuso contra los animales.
Muchos de ellos mostraron, desde su infancia, una capacidad escalofriante para maltratar animales e incluso torturarlos.
Lejos de mostrar compasión o empatía, evidenciaban absoluta indiferencia y acaso disfrute ante el sufrimiento ajeno que ellos mismos causaban.
Para ello suelen elegir animales pequeños que, a diferencia de otros grupos vulnerables, no sólo no pueden defenderse sino que tampoco pueden hablar y menos acusar a su agresor. Esta condición de debilidad y fragilidad, los hace -tristemente- los blancos de estos psicópatas o, en todo caso, con quiénes suelen empezar sus trayectorias criminales.
Según el asesino serial Ted Bundy, confeso de haber matado a 34 mujeres, cuando era niño veía como su abuelo torturaba perros y gatos. Esta exposición a la violencia contra animales lo llevó a naturalizarla y no tardo mucho tiempo en replicarla y ejercerla él mismo.
Edmund Kemper, conocido como el asesino de las colegialas, también torturaba animales e incluso decapitaba gatos en su niñez.
Jeffrey Dahmer, otro asesino en serie, agresor sexual y caníbal, cazaba animales en el bosque y diseccionaba sus cadáveres en el jardín de su hogar familiar.
Estos son 3 casos de psicópatas, entre muchos otros, que muestran la correlación existente entre el maltrato animal y los crímenes violentos.
Por ello es que el maltrato animal no sólo es un delito sino también un indicador de una posible psicopatía y de un trastorno que urge ser tratado a temprana edad.
Todo apunta a que el Papa Francisco acertó en su reflexión contenida en su Enciclica Laudato si, referente a que ¨la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad humana (…)¨-
Seamos religiosos o no, podemos reconocer la sensatez de esta reflexión. La violencia también es una sola, y si alguien es capaz de ejercerla ante -acaso- las criaturas más inocentes y nobles que cohabitan este planeta, es fácil prever que también la ejerce contra otros seres menos inocentes. Hace unos días trascendió que Adam Britton -experto mundial en cocodrilos- fue condenado a más de 10 años de cárcel por grabarse a sí mismo abusando sexualmente, torturando y matando a decenas de perros. Detrás de una apariencia de naturalista, lo cierto es que Britton también empezó con el abuso a los animales a sus 13 años. Sin duda es otro caso que vincula el abuso animal con la psicopatía. En realidad, no hace falta mayor agudeza para comprender que alguien que decida torturar a un animal indefenso -en vez de acariciarlo o simplemente dejarlo tranquilo- está dañado y constituye un auténtico peligro para la sociedad.